La atracción de una sonrisa, el magnetismo de una mirada y la fuerza de una palabra

Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl
Conferencista, escritor e investigador (PUC)
Sonreír, mirar con atención y hablar con actitud de escucha hacia el otro, son tres
importantes acciones y/o conductas que pueden hacer la diferencia entre una persona
que llama la atención, que atrae a la gente y que es exitosa, de otra persona que pasa
inadvertida, que no tiene éxito y que a nadie interesa.
El Dr. Leonardo Buscaglia, escritor, profesor y orador motivacional, aseguraba que
“con demasiada frecuencia subestimamos el poder de un abrazo, de una sonrisa, una
palabra amable, un oído atento, un elogio sincero o, incluso, el gesto más pequeño de
bondad”. La razón es muy sencilla de comprender: estos gestos, conductas y actitudes,
aunque simples, tienen la fuerza y la capacidad de transformar vidas de formas que ni
siquiera podemos imaginar. La gran diferencia, está en el amor y en el cuidado que
ponemos en los detalles, y esos “detalles pueden ser el punto de inflexión para alguien
más”.
Revisemos el significado e implicancias de la sonrisa, la mirada y la palabra:

  1. La atracción de una sonrisa: una sonrisa cálida y genuina es capaz de generar
    una gran conexión con otra persona, atrae a la gente que se siente contagiada
    por esa sonrisa y, por cierto está en condiciones de romper el hielo y acortar
    distancias en una conversación con otra persona. El acto de sonreír libera
    endorfinas, que son opiáceos naturales producidos por el hipotálamo y
    glándula pituitaria de nuestro cerebro que actúan como neurotransmisores con
    la finalidad de generar sensaciones de bienestar y felicidad, pudiendo actuar,
    además, como un analgésico natural y reducir la percepción del dolor. La
    sonrisa también representa una herramienta fundamental en el proceso
    comunicativo de carácter verbal y no verbal, la que puede ser utilizada para
    transmitir aprobación, tranquilidad o complicidad con la otra persona.
  2. El magnetismo de la mirada: la mirada y los ojos de una persona están en
    condiciones de expresar una gama diversa de emociones básicas tales como la
    felicidad, la sorpresa, la tristeza, el enojo, etc., al punto que algunas personas
    señalan que la mirada puede ser el reflejo del alma. Una mirada directa y
    sostenida a los ojos puede indicar interés por la otra persona y que, además, se
    le está prestando atención, en tanto que una mirada evasiva puede significar
    todo lo contrario. El acto de mirar a los ojos de la otra persona tiende a crear
    un vínculo y una conexión de carácter emocional, lo cual, entrega una
    sensación de receptividad y comprensión de aquello que nos transmite otro ser
    humano.
  3. La fuerza de la palabra: una palabra amable y de aliento en un contexto
    comunicativo puede tener un gran impacto positivo en la otra persona, en
    tanto que una palabra hiriente tiene la “fuerza de un misil emocional y causar
    mucho daño” en quien ha tenido la desgracia de escuchar esas palabras
    hirientes. Una palabra –incluso la primera que se dice– puede ayudar a
    construir, o bien, a destruir una relación, dependiendo de la intención y del
    contexto en el que se produce la conversación. Dada su fuerza, una sola
    palabra puede llenar el corazón de una persona, crear complicidad y expresar

un sentimiento profundo que trasciende la misma fuerza de la palabra, o en su
defecto, provocar todo lo contrario.
Destaquemos finalmente, que el proceso comunicativo –que engloba todo lo anterior–
es algo más que sólo emitir y/o vocalizar palabras, por cuanto, no es tanto lo que
decimos, sino la forma en cómo se lo decimos y expresamos a la otra persona aquello
que marca la diferencia, y esta diferencia puede ser muy grande.

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