Un barco que hace agua, es un barco que no tiene destino

Leandro Kunstmann Collado
Diputado Republicano Electo
Región de Los Ríos

Cada elección presidencial es una encrucijada moral y política para un país. Y hoy, frente a la candidatura de la exministra Jeannette Jara, esa encrucijada adopta un tono aún más nítido: Chile debe decidir entre un camino de reconstrucción nacional o la insistencia en un rumbo que ya ha demostrado ser un fracaso.

La candidatura de Jara no surge de un proyecto amplio ni de un acuerdo transversal por el bien del país. Nace desde el corazón del gobierno más cuestionado de los últimos treinta años y de un partido —el Comunista— cuya visión política ha sido históricamente incompatible con el desarrollo institucional, la libertad económica y el progreso democrático. No es una acusación ligera: basta mirar los resultados de su influencia en distintas áreas de la vida nacional. Donde prometen orden, generan caos. Donde prometen crecimiento, cosechan retroceso. Es el “toque de Midas inverso”: aquello que tocan, lo desgastan.

El Partido Comunista no ha logrado construir una sola experiencia de gobernanza republicana que pueda presentarse como ejemplo de prosperidad, y en muchos casos —dentro y fuera de Chile— los resultados han sido dramáticos: instituciones debilitadas, economías destruidas, libertades restringidas, e incluso millones de personas obligadas a abandonar sus países. Pretender que Chile siga ese libreto es un acto de irresponsabilidad histórica.

Por eso, no sorprende que la Democracia Cristiana experimente un éxodo de militantes. Hombres y mujeres de trayectoria, formados en el humanismo cristiano y en el respeto al pluralismo democrático, no están dispuestos a hipotecar su historia ni su identidad para apoyar una candidatura anclada en un marxismo trasnochado. Liderazgos respetados —como el de Eduardo Frei— han entendido que sería un error profundo comprometerse con una fórmula que no ofrece gobernabilidad, ni unidad, ni futuro.

Mientras tanto, en el otro extremo del tablero, José Antonio Kast avanza con seriedad, con propuestas claras y con un liderazgo que ha madurado y trascendido las fronteras ideológicas. Ha sido capaz de convocar a independientes, a profesionales, a PYMEs, a emprendedores, a gremios y a líderes regionales que ven en él una esperanza real de reconstrucción nacional. Su propuesta —ordenada, moderna, con visión de Estado— rompe viejos paradigmas y ofrece algo que Chile necesita con urgencia: dirección.

La pregunta de fondo es simple: ¿qué Chile queremos construir?
¿Uno que siga atrapado en experimentos ideológicos fracasados, o uno que ponga por delante la libertad, la responsabilidad, el mérito, la seguridad y el desarrollo?

La candidatura de Jara representa un barco que ya comienza a hacer agua: no tiene rumbo, no tiene mayoría social, no tiene solvencia técnica y no tiene un compromiso real con la República. Y cuando un barco hace agua desde el origen, no importa cuánto lo maquillen: no llegará a destino.

Nosotros, con José Antonio Kast, proponemos otro camino. Un camino que mira a Chile con la dignidad que merece: reconstruir lo que se ha dañado, fortalecer lo que funciona, modernizar lo que se ha quedado atrás y avanzar hacia un país seguro, próspero y respetuoso de sus instituciones. Un país donde los chilenos puedan volver a soñar sin miedo.

Esa es la verdadera decisión de esta elección.
Entre el naufragio o el rumbo.
Entre un barco que hace agua… y un proyecto capaz de llevar a Chile nuevamente hacia un buen puerto.


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