Estamos en tiempos de Lepún


Por Osvaldo Pradines, lonco

El Lepún no es una ceremonia puntual ni un evento aislado. Para el pueblo huilliche, el Lepún es un tiempo que se abre, una etapa del año en que comienzan las ceremonias, donde ocurren encuentros comunitarios en los cuales se renuevan los vínculos espirituales, sociales y territoriales que sostienen nuestra forma de vida.

Cuando llega este periodo, las comunidades nos preparamos para reunirnos, conversar y compartir. El Lepún es un espacio de encuentro colectivo, donde las familias nos reconocemos como parte de un mismo territorio y donde se fortalecemos la relación con las fuerzas que lo habitan. No es un acto público ni un espectáculo: es una instancia profunda, que nace desde la comunidad y para la comunidad.

En este tiempo, la conexión con el Señor Kintuante se vuelve más presente. Él representa un equilibrio espiritual ligado al territorio, y su presencia nos recuerda que no habitamos la tierra como dueños, sino como parte de ella. El Lepún permite volver a esa comprensión, detenerse y escuchar, algo cada vez más necesario en un mundo que avanza con prisa.

Para la cultura huilliche, estas ceremonias cumplen una función central: ordenar la vida comunitaria, transmitir el conocimiento entre generaciones y reforzar el respeto por el entorno natural. A través del Lepún se enseñan valores como el trabajo en equipo, el cuidado del otro y la memoria del territorio.

Hablar de Lepún es hablar de una cultura viva. No se trata de una tradición del pasado, sino de una práctica que sigue vigente y que dialoga con el presente. En cada Lepún reafirmamos quiénes somos y cómo queremos proyectarnos hacia adelante, sin perder la raíz que nos sostiene.

En este tiempo en que comienzan los Lepunes, la invitación es a comprender que estas ceremonias no buscan imponerse ni explicarse desde fuera, sino ser respetadas como parte esencial de la identidad huilliche y de su relación histórica y espiritual con el territorio.

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