Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl
Conferencista, escritor e investigador (PUC)
Desde el punto de vista de la psicología, la “gratitud es una respuesta emocional
positiva de una persona, generada por el beneficio, regalo o favor recibido por parte
de un benefactor y que se expresa mediante el agradecimiento”. Por otra parte, su
opuesto, a saber, la ingratitud, representa el peor defecto del ser humano.
De acuerdo con las investigaciones del Dr. Robert Emmons, psicólogo de la Universidad
de California, EE.UU., la “práctica de la gratitud tiene efectos no sólo emocionales, sino
que también fisiológicos”, y que los cambios significativos –producto de la gratitud–
comenzaban, particularmente, en el funcionamiento del cerebro en un nivel químico,
el cual, en su práctica, “promueve sentimientos de autoestima, así como también
compasión por otras personas”.
Ahora bien, quien ayuda debe tener la memoria corta, pero quien recibe la ayuda debe
asegurarse de tener una memoria que sea larga, algo que con las personas ingratas,
lamentablemente, no sucede, ya que en el caso de estos sujetos, es como chocar
contra un muro infranqueable. De ahí que con razón, Confucio, filósofo chino del siglo
IV a.C., señalara una frase altamente significativa: “No hagas el bien, si no tienes la
fuerza para soportar la ingratitud”.
En un estudio realizado por la doctora Charlotte van Oyen y su equipo de expertos, se
consigna que “la gratitud es un predictor de esperanza y felicidad”, en tanto que
psicólogos de la Universidad de Manchester, Inglaterra, sugieren que la gratitud no
sólo es una “habilidad personal, sino que se experimenta a nivel disposicional”, es
decir, que se trata de una actitud ante la vida que implicaría ser capaces de valorar lo
positivo que existe en las demás personas.
Estos estudios indican, asimismo, que los sujetos ingratos estarían programados para
ver los favores, la ayuda, beneficios o regalos recibidos como “si no fueran lo
suficientemente buenos o no estuvieran a su altura”, de manera tal, que estos
individuos son totalmente incapaces de agradecer y mostrar gratitud. Es más. Cuando
se les hace ver cuán ingratos han sido, su respuesta habitual es: “¡Nadie te obligó a
darme ese regalo o esa ayuda!”, es decir, adoptan una actitud de total desprecio y
falta de agradecimiento.
En este sentido, la gente ingrata debería aprender que la ingratitud no es una buena
compañera de viajes, ya que los estudios indican que corren el serio riesgo de caer en
la “infelicidad crónica”.
De acuerdo con una investigación de la Universidad de Virginia, EE.UU., los sujetos
ingratos presentan un mayor riesgo de sufrir trastornos psicológicos, tales como:
depresión, ataques de ira y agresividad, trastornos de ansiedad, bulimia nerviosa,
distintos tipos de fobias, así como también caer en conductas adictivas tales como el
consumo de alcohol y drogas.
Es preciso destacar que la emoción de la gratitud apoya el desarrollo de una actitud
positiva y de empatía hacia otros, además de brindar una sensación de alivio ante
diversos estresores. Esto se debe a que activa el hipotálamo, lo cual, tiene un impacto
positivo en el metabolismo, el manejo del estrés y otras conductas.
De hecho, los efectos duraderos son fisiológicamente protectores. ¿Qué significa esto?
Muy simple: la emoción de la gratitud tiende a regular las hormonas responsables de
diversas funciones críticas, tales como la temperatura corporal, las respuestas
emocionales y funciones de supervivencia como el apetito o el sueño. Dicho de
manera sintética: la gratitud libera neurotransmisores como la dopamina, la
serotonina, la oxitocina, es decir, las “hormona del placer, la felicidad y el bienestar”.